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La Coronilla de Nuestra Señora de Dolores
(También se llama el Rosario de los Servidores de María o el Rosario de los Siete Dolores)

Imagen de Los Siete Dolores de María



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Promesas de la Coronilla


Hay siete promesas de la Virgen María a los que diaramente rezan siete Ave Marías mientras meditan en los dolores y lágrimas de Nuestra Señora. Las promesas fueron reveladas a Santa Brígida de Suecia por la Virgen María:

  1. Daré paz a sus familias.
  2. Serán iluminados en los Misterios Divinos.
  3. Los consolaré en sus dolores y los acompañaré en sus trabajos.
  4. Les daré todo lo que pidan de mí con tal de que no opone a la Santa Voluntad de mi Hijo Divino o sea encontra de la santificación de sus almas.
  5. Los defenderé en sus batallas espirituales con el Enemigo Infernal (Satanás) y los protegeré cada instante de sus vidas.
  6. Los ayudaré visiblemente en la hora de su muerte: Ellos verán el rostro de su Madre en la hora de su muerte.
  7. He obtenido esta gracia de mi Divino Hijo, que todos los que propagan la devoción a mis lágrimas y dolores serán llevados derechito de esta vida terrestre a los Gozos Eternos en el Cielo, porque todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su Gozo y Consuelo Eternamente.


La Coronilla


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Esto es una descripción de esta Coronilla magnífica como la Virgen María misma se la enseñó a Clara-María in Kibeho, África. Puede ser rezada en voz alta o en silencio. La clave es que todas las oraciones, reflexiones, y lecturas vengan de nuestros corazones...Es importante que, cuando leemos y meditamos en cada uno de los Siete Dolores, tomemos un momento a meditar en la magnitud de los Dolores de María, y la fuerza de el Amor de Nuestra Madre.
Instrucciones Para La Coronilla

Inicio


"Señal de la Cruz":
En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen.



"Oración Introductoria":
Dios mío, te ofrezco este Rosario para Tu Gloria, para que pueda honrar a Tu Santa Madre, La Virgen María, y para que pueda compartir y meditar en su sufrimiento. Humildemente, te pido que me des arrepentimiento por todos mis pecados. Dame sabiduría y humildad para que pueda recibir todas la indulgencias contenidas en este Rosario.



"Acto de Contrición":
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, me pesa de todo corazón haberte ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de pecado, confesarme y cumplir la penitencia. Te ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Amen.



"Ave Marías"


"Madre de Misericordia, siempre recuérdanos de los Dolores de tu Hijo, Jesucristo."

1) La Primera Espada de Dolor: La Profecía de Simeon (Lucas 2:22-35)



Lectura

"Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor, y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos. Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, gloria de tu pueblo Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones."

La Virgen María sabía que había dado a luz al Salvador de la Humanidad, entonces aceptó imediatamnete la profecía de Simeon. Aunque su Corazón estaba impactado profundamente por la gracia de dar a luz al Niño Jesús, su Corazón se quedó pesado y perturbado, porque sabía que el Salvador iba a sufrir y a morir. Cada vez que miraba a su Hijo, le recordaba de todos los sufrimientos que tenía que sufrir y el sufrimiento de su Hijo se convirtió en el suyo.



Oración: Santa Madre María, tu Corazón sufrió mucho por nosotros, enséñanos a sufrir contigo con amor, y aceptar todos los sufrimientos que Dios nos manda. Déjanos sufrir, y que nuestro sufrimiento sólo lo vea Dios, como el suyo y el de Jesús. No nos dejes enseñar nuestro sufrimiento al mundo, para que tenga más valor y que pueda expiar los pecados del mundo. A tí Madre, que sufriste con el Salvador del mundo, te ofrecemos nuestro sufrimiento y el sufrimiento del mundo entero porque somos tus Hijos. Une tus sufrimientos a los de nosotros y de Nuestro Señor Jesucristo, y ofrécelos a Dios Padre. Tú eres la mejor Madre.

(Oprime el botón para contar 1 Padre Nuestro y 7 Ave Marías)


"Padre Nuestro"

"Ave María"

"Madre de Misericordia, siempre recuérdanos de los Dolores de tu Hijo, Jesucristo."




2) La Segunda Espada de Dolor: El Escape a Egipto (Mateo 2:13-15)



Lectura

"Cuando ya se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». Así que se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre, y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. De este modo se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».”

El Corazón de María estaba roto y su mente estaba muy preocupada cuando José le reveló las palabras del ángel: tenían que levantarse rápidamente y huir a Egipto porque Herodes quería matar a Jesús. La Virgen María no tenía tiempo para decidir que llevar y que dejar; ella llevó a su Niño y lo demás lo dejó, corriendo hacia José para ir de prisa como Dios quería. Ella dijo, "Aunque Dios tiene poder sobre todo, Él quiere que escapemos con Jesús, Su Hijo. Dios nos enseñará el camino, y llegaremos sin que el enemigo nos capture."

Porque la Virgen María era la Madre de Jesús, ella lo quiso más que nadie. Su corazón estaba preocupado por ver el malestar de su Hijo pequeño, sufrió mucho porque Jesús tenía frio mientras ella y José estaban cansados y tenían hambre. El único pensamiento de María era la seguridad y el bienestar de su Niño. Ella temía enfrentarse con los soldados que querían matar a Jesús porque sabía que el enemigo estaba en Belén. Su corazón estaba preocupado siempre durante el escape. También sabía que no iba a mirar personas amigables donde iban.

Oración: Santa Madre, que has sufrido tanto, danos tu Corazón valiente. Por favor ruega por nosotros para que puédamos ser fuertes y valientes como tú y aceptar con amor los sufrimientos que Dios nos manda. Ayúdanos también a aceptar todo el sufrimiento que nos infligimos a nosotros mismos y el sufrimiento infligido por los demás. Madre Celestial, en unión con Jesús, purifica nuestro sufrimiento para que puédamos dar Gloria a Dios y salvar nuestras almas.

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"Padre Nuestro"

"Ave María"

"Madre de Misericordia, siempre recuérdanos de los Dolores de tu Hijo, Jesucristo."




3) La Tercer Espada de Dolor: La Pérdida de Jesús en el Templo (Lucas 2:41-52)



Lectura

"E iban sus padres todos los años á Jerusalem en la fiesta de la Pascua. Y cuando fué de doce años, subieron ellos á Jerusalem conforme á la costumbre del día de la fiesta. Y acabados los días, volviendo ellos, se quedó el niño Jesús en Jerusalem, sin saberlo José y su madre. Y pensando que estaba en la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos: Mas como no le hallasen, volvieron á Jerusalem buscándole. Y aconteció, que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se pasmaban de su entendimiento y de sus respuestas. Y cuando le vieron, se maravillaron; y díjole su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con dolor. Entonces él les dice: ¿Qué hay? ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar? Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. Y descendió con ellos, y vino á Nazaret, y estaba sujeto á ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, y en edad, y en gracia para con Dios y los hombres."

Cuando Jesús tenía doce años se quedó en el templo, y Él ya tenía varios amigos y conocidos en Jerusalén, y no se extrañaron sus padres de no verlo al salir de Jerusalén, porque ya era la quinta vez que iba al templo y siempre solía juntarse con los niños de otras familias que viajaban de Nazaret. Esta vez se separó Jesús de sus acompañantes al llegar al huerto de los Olivos y ellos pensaron que lo hacía para juntarse con sus padres, que venían detrás. Jesús se dirigió a la parte de la ciudad que mira hacia Belén y se fue a aquella posada donde se detuvo la Sagrada Familia cuando se dirigía al templo para la Presentación. Sus padres creían que estaría con los que iban a Nazaret, y éstos pensaron que se apartaba de ellos para juntarse con sus padres. Pero cuando llegaron a Gofna y advirtieron que Jesús no estaba con los viajeros, el susto de María y de José fue muy grande. De inmediato volvieron a Jerusalén, preguntando en el camino a los parientes y amigos por el Niño; pero no pudieron encontrarlo por ningún lado, pues no se había detenido donde ordinariamente solía hacerlo al ir al templo. Jesús pasó la noche en la posada cerca de la puerta de Belén, donde eran conocidos Él y sus padres. Se juntó con otros jovencitos y se fue a dos escuelas que había en la ciudad. El primer día fue a una escuela y el segundo a la otra. El tercer día estuvo por la mañana en una escuela del templo y por la tarde en el templo mismo, donde lo encontraron finalmente sus padres. Estas escuelas eran de diversas clases y no sólo para conocer la ley y la religión: se enseñaban diversas ciencias, y la postrera de ellas estaba situada junto al templo, y era la de la cual salían los levitas y sacerdotes. Con sus preguntas y respuestas asombró tanto el Niño Jesús a los maestros y rabinos de estas escuelas y tanto los sorprendió y avergonzó, que éstos se propusieron a su vez humillar al Niño con los rabinos más sabios en diferentes ramas del saber humano. Con este fin se habían confabulado los sacerdotes y escribas, que al principio se habían complacido con la preparación del Niño Jesús, pero luego quedaron mortificados y querían vengarse.

Hacía algunas horas que Jesús estaba enseñando cuando entraron en el templo José y Maria, y preguntaron por su Hijo a los levitas que los conocían. Estos dijeron que estaba en el atrio con los escribas y sacerdotes, y no siendo éste lugar accesible para ellos, enviaron a un levita en busca de Jesús. Mas éste les hizo decir que primero quería terminar su trabajo. La circunstancia de no obedecer inmediatamente, afligió mucho a María: era la primera vez que les daba a entender que había para Él otros mandatos fuera de los de sus padres terrenales. Continuó enseñando aún más de una hora, y cuando todos se vieron avergonzados, aturdidos, confundidos, y molestos. Dejó el aula y se llegó al vestíbulo de Israel y de las mujeres. José, tímido, callado, lleno de admiración. María se acercó a Él diciéndole: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?... He aquí que tu padre y yo te hemos buscado con tanto dolor". Jesús estaba todavía muy serio, y dijo: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en las cosas de mi Padre?... " Esto no lo entendieron y regresaron con Él de inmediato. Los que habían oído tales palabras estaban asombrados y se quedaron mirándolo. Yo estaba llena de temor: me parecía que iban a hacerle daño, porque estaban llenos de enojo contra el Niño.
- Del Volumen II de La Vida de Nuestro Señor Jesucristo en las Visiones de Santa Catalina Emmerick

Oración: Madre amable, enséñanos a aceptar todos nuestros sufrimientos por nuestros pecados y para expiar los pecados del mundo entero.

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"Padre Nuestro"

"Ave María"

"Madre de Misericordia, siempre recuérdanos de los Dolores de tu Hijo, Jesucristo."




4) La Cuarta Espada de Dolor: María Ve a Jesús Cargando La Cruz en Calvario (Lucas 23:27-31)



Lectura

"Lo seguía una gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.” Etonces comenzarán a decir a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a los collados: “Cubridnos”, porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?”

La triste Madre de Jesús había salido de la plaza después de pronunciada la sentencia injusta, acompañada por Juan y de algunas mujeres. Había visitado muchos sitios santificados por los padecimientos de Jesús: pero cuando el sonido de la trompeta, el ruido del pueblo y la escolta de Pilatos anunciaron la ida para el Calvario, no pudo resistir al deseo de ver todavía a su divino Hijo, y pidió a Juan que la condujese a uno de los sitios por donde Jesús había de pasar; se fueron a un palacio cuya puerta daba a la calle adonde entró la escolta después de la primera caída de Jesús; era, si no me equivoco, la habitación del sumo pontífice Caifás, pues su tribunal estaba sólo en Sión. Juan obtuvo de un criado o portero compasivo el permiso de ponerse a la puerta con María y los que la acompañaban.

La Madre de Dios estaba pálida y con los ojos llenos de lagrimas, y cubierta enteramente con un manto pardo azulado. Se oía el ruido que se acercaba, el sonido de la trompeta y la voz del pregonero publicando la sentencia en las esquinas. El criado abrió la puerta; el ruido era cada vez más grande y espantoso. María oró, y dijo a Juan: "¿Debo ver este espectáculo? ¿Debo huir? ¿Cómo podré yo soportarlo?" Al fin salieron a la puerta: María se paró y miró; la escolta estaba a ochenta pasos ; no había gente delante, sino por los lados y atrás. Cuando los que llevaban los instrumentos de la tortura se acercaron con aire insolente y triunfante, la Madre de Jesús se puso a temblar y a gemir, juntando las manos, y uno de aquellos hombres preguntó: "¿Quién es esa Mujer que se lamenta?", y otro respondió: "Es la Madre del Galileo". Cuando los miserables oyeron tales palabras, llenaron de injurias a esta triste Madre, la señalaban con el dedo, y uno de ellos tomó en sus manos los clavos con que debían clavar a Jesús en la cruz, y se los presentó a la Virgen burlándose. María miró a Jesús, y se agarró a la puerta para no caerse, pálida como un cadáver, con los labios pálidos.

Los fariseos pasaron a caballo; después el niño que llevaba la inscripción. Detrás, su Santísimo Hijo Jesús, temblando, doblado bajo la pesada carga de la cruz, inclinando sobre el hombro su cabeza coronada de espinas. Echaba sobre su Madre una mirada de compasión, y, habiendo tropezado, cayó por segunda vez sobre sus rodillas y sobre sus manos, María, en medio de la viólencia y del dolor, no vió ni soldados ni verdugos; no vió más que a su querido Hijo; se precipitó desde la puerta de la casa en medio de los soldados que maltrataban a Jesús, cayó de rodillas a su lado, y se abrazó a El. Yo oí estas palabras: "¡Hijo mío¡", "¡Madre mía!"; pero no sé si realmente fueron pronunciadas, o sólo en el pensamiento. Hubo un momento de desorden: Juan y las santas mujeres querían levantar a María. Los ejecutores la injuriaban; uno de ellos le dijo: "Mujer, ¿qué vienes a hacer aquí? Si lo hubieras educado mejor, no estaría en nuestras manos". Algunos soldados tuvieron compasión. Sin embargo, echaron a la Virgen hacia atrás, pero ningún ejecutor la tocó. Juan y las santas mujeres la rodearon, y cayó como muerta sobre sus rodillas, encima de la piedra angular de la puerta.
- Del Volumen XI de La Vida de Nuestro Señor Jesucristo en las Visiones de Santa Catalina Emmerick

Oración: Madre Amable, llena de dolor, ayúdanos a soportar nuestros sufrimientos con valentía y amor para aliviar tu triste Corazón y el de Jesús. En esto, demos Gloria a Dios quien te entregó a tí y a Jesús a la humanidad. Como tú sufriste, enséñanos a sufrir pacientemente y en silencio. Danos la gracia de amar a Dios en todo. O Madre de dolores, la más triste y afligida de todas las madres, ten misericordia de todos los pecadores del mundo.

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"Padre Nuestro"

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5) La Quinta Espade De Dolor: María Está Parada Enfrente de la Cruz (Juan 19:25-27)



Lectura

"Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vió Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa."

La Madre de Jesús, Magdalena, María de Clerofobias y Juan, estaban cerca de la cruz del Salvador, mirándolo, María pedía interiormente que Jesús la dejara morir con Él. El Salvador la miró con ternura y compasión, y volviendo los ojos hacia Juan, dijo a María: "Mujer, éste es tu hijo". Después dijo a Juan: "Esta es tu Madre". Juan besó respetuosamente el pie de la Cruz del Redentor moribundo, y a la Madre de Jesús, que era ya la suya. La Virgen Santísima se sintió profundamente afectada por todo su dolor al oír estas últimas disposiciones de su Hijo, que cayó sin conocimiento en los brazos de las santas mujeres, que la llevaron a cierta distancia. Se comprende también que la más pura, la más humilde, la más obediente de las mujeres, que habiendo dicho al ángel: "Ved aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra", se hizo Madre del Verbo hecho hombre; oyendo a su Hijo que debe ser la Madre espiritual de otro hijo, ha repetido estas mismas palabras en su corazón con una humilde obediencia, y ha adoptado por hijos suyos a todos los hijos de Dios, todos los hermanos de Jesucristo...

La hora del Señor había llegado: luchó contra la muerte, y un sudor frió cubrió todo su cuerpo. Juan estaba al pie de la cruz , y limpiaba los pies de Jesús con su pañuelo, Magdalena, consumida por el dolor, se apoyaba detrás de la cruz. La Virgen Santísima estaba de pie entre Jesús y el buen ladrón, sostenida por Salomé y María de Cleofás, y veía morir a su Hijo. Entonces Jesús dijo: "Todo está consumado". Después alzo la cabeza, y gritó en alta voz: "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Fue un grito dulce y fuerte, que penetró el cielo y la tierra: en seguida inclinó la cabeza, y entregó su espíritu. Yo vi su alma en forma luminosa entrar en la tierra al pie de la cruz. Juan y las santas mujeres cayeron de cara sobre la tierra…

Cuando las manos de Jesús ya estaban duras, los ojos de la Virgen María tenían una tristeza mortal y su cara tenía una palidez mortal. Se cayó en el piso. Magdalena, Juan, y otros también se cayeron en el piso. Cuando se levantó María, ella vió el Sagrado Cuerpo de su Hijo, que había concebido por obra del Espíritu Santo, sin toda la belleza que tenía, aún sin su Santa Alma, entregado a las leyes de la naturaleza que Él había creado y que los hombres han abusado con el pecado. Ella vió a su amado Hijo, maltratado, desfigurado, y asesinado por las manos de los hombres que Él había venido en persona a salvar. ¡Ah! Ella vió el Sagrado Cuerpo, despreciado, ridiculizado, vacío de todo lo bello, amoroso y verdadero, colgado como un leproso en medio de 2 asesinos! ¡Quién podrá entender el dolor de la Madre de Jesús, la Reina de los Mártires!
- Del Volumen XI de La Vida de Nuestro Señor Jesucristo en las Visiones de Santa Catalina Emmerick

Oración: Madre amable, Reina de los Mártires, danos la valentía que tú tuviste en todos tus sufrimientos para que puédamos unirlos a los tuyos y darle Gloria a Dios. Ayúdanos a seguir los Mandamientos de Dios y los de la Iglesia para que el Sacrificio de tu Hijo no haya sido en vano y que todos los pecadores se salven.

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"Ave María"

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6) Le Sexta Espada de Dolor: María Recibe el Cuerpo de Jesús en Sus Brazos (Juan 19:38-40)



Lectura

"Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y áloe. Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas."

Cuando bajaron el santo Cuerpo, lo envolvieron desde las rodillas hasta la cintura, y lo pusieron en los brazos de su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. La Virgen Santísima se sentó sobre un cobertor tendido en el suelo: su rodilla derecha, un poco levantada, y su espalda, estaba apoyada sobre unos mantos enrollados. Lo habían dispuesto todo para facilitar a esta Madre llena de dolor los tristes honores que iba a dar al cuerpo de su Hijo. La sagrada cabeza de Jesús estaba apoyada sobre la rodilla de María; su cuerpo estaba tendido en un sábana. La Virgen Santísima tenía por la última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de amor en todo su martirio; contemplaba sus heridas; cubría de besos su rostro ensangrentado, mientras Magdalena reposaba el suyo sobre sus pies. La Virgen Santísima conservaba un valor admirable en su indecible dolor. No podía dejar el cuerpo de su Hijo en el horrible estado en que lo había puesto el suplicio, y por eso comenzó, con una actividad infatigable, a lavarlo y a limpiarle las señales de los ultrajes que había recibido.

Cuando la Virgen unjió todas las heridas, envolvió la cabeza con una tela fina, mas no cubrió todavía la cara. Cerró los ojos entreabiertos de Jesús, y puso la mano sobre ellos algún tiempo. Cerro también su boca, abrazó el sagrado cuerpo de su Hijo, y dejo caer su rostro sobre el de Jesús. José y Nicodemo hacia rato que esperaban, cuando Juan, acercándose a la Virgen, le pidió que se separase de su Hijo para que pudieran acabar de embalsamarlo, porque se acercaba el Sábado. María abrazó otra vez el cuerpo de su Hijo, y se despidió de Él en los términos más tiernos. Entonces los hombres lo tomaron de los brazos de su Madre en la sábana donde estaba puesto, y lo llevaron a cierta distancia. María, sumergida en su dolor, que sus tiernos cuidados habían distraído un instante, cayó, con la cabeza cubierta, en brazos de las piadosas mujeres. Magdalena, como si hubieran querido arrancarle a su Amado, precipitóse algunos pasos hacia adelante con los brazos abiertos, y se fué con la Virgen Santísima.
- Del Volumen XI de La Vida de Nuestro Señor Jesucristo en las Visiones de Santa Catalina Emmerick

Oración: Te damos gracias, Madre Amable, por tu valentía cuando trataste de consolar a tu Hijo moribundo en la Cruz, presenciaste todo desde abajo. Mientras el Salvador dió su último respiro, te convertiste en nuestra Madre Maravillosa; la Madre del mundo entero. Sabemos que tú nos amas más que nuestros padres terrenales. Te rogamos que seas nuestra abogada ante el Tribunal de Misericordia y Gracia para que puédamos ser completamente tus hijos. Te damos gracias por Jesús, nuestro Salvador y Redentor, y le damos gracias a Jesús por darte a nosotros. Por favor ruega por nosotros, Madre.

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7) La Séptima Espada de Dolor: La Sepultura de Jesús (Juan 19:41-42)



Lectura

"Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús."

Entonces Juan llevó cerca del cuerpo a la Virgen y a las santas mujeres. María se arrodilló junto a la cabeza de Jesús, puso por debajo un lienzo muy fino que le había dado la mujer de Pilatos, y que llevaba ella alrededor de su cuello debajo de su manto; después, con ayuda de las santas mujeres, puso desde los hombros hasta la cara manojos de hierbas, aromas y polvos aromatizantes; luego ató fuertemente este lienzo alrededor de la cabeza y de los hombros. Magdalena echó un frasco de bálsamo en la llaga del costado, y las piadosas mujeres pusieron también hierbas en las llagas de las manos y de los pies. En seguida los hombres envolvieron el resto del cuerpo en aromas, cruzaron los brazos sobre su pecho, y apretaron la gran sabana blanca alrededor de su cuerpo hasta el pecho, como se envuelve a un niño, y ataron una venda alrededor de la cabeza y de todo el cuerpo. En fin, pusieron al Salvador en la gran sabana de seis varas que había comprado José de Arimatea, y lo envolvieron, colocado diagonalmente; una punta de la sabana estaba doblada desde los pies hasta el pecho, y la otra sobre la cabeza y los hombros; las otras dos envueltas alrededor del cuerpo. Como todos rodeaban el cuerpo del Señor y se arrodillaban para despedirse de Él, un milagro se presenció enfrente de ellos; el sagrado cuerpo de Jesús, con sus heridas, apareció representado sobre la sabana que lo cubría, como si hubiese querido recompensar su cuidado y su amor, y dejarles su retrato a través de los velos que lo cubrían. Abrazaron el cuerpo llorando, y besaron con respeto su milagrosa imagen. Su asombro se aumento cuando, alzando la sabana, vieron que todas las vendas que ataban el cuerpo estaban blancas como antes, y que no más la sabana superior había recibido la milagrosa imagen. No era la marca de heridas echando sangre, pues todo el cuerpo estaba envuelto y cubierto de aromas; era un retrato sobrenatural, un testimonio de la divinidad creadora que residía siempre en el cuerpo de Jesús.

Se pararon a la entrada del jardín de José; lo abrieron arrancando algunos palos, que sirvieron después de palancas para llevar a la gruta la piedra que debía tapar el sepulcro. Cuando llegaron a la peña, levantaron el santo cuerpo sobre una tabla larga, cubierta con una sábana. La gruta, que estaba recientemente abierta, había sido barrida por los criados de Nicodemo; el interior estaba limpio y decoroso. Las santas mujeres se sentaron enfrente de la entrada. Los cuatro hombres metieron el cuerpo del Señor, llenaron de aromas una parte del sepulcro, y extendieron una sábana, sobre la cual pusieron el cuerpo; le mostraron otra vez su amor con sus lágrimas y sus abrazos, y salieron de la gruta. Entonces entró la Virgen; se sentó junto a la cabeza, y se acostó llorando sobre el cuerpo de su Hijo. Cuando salió de la gruta, Magdalena se precipitó en ella; había juntado en el jardín flores y ramos que echó sobre Jesús; cruzo las manos, y besó llorando los pies de Jesús; pero habiéndole dicho los hombres que querían cerrar el sepulcro, se fué con las otras mujeres. Doblaron las puntas de las sábanas sobre el cuerpo, y pusieron la tapa de un color oscuro, y cerraron la puerta; delante había dos palos, uno horizontal y otro vertical, que formaban la cruz.
- Del Volumen XI de La Vida de Nuestro Señor Jesucristo en las Visiones de Santa Catalina Emmerick

Oración: Madre más Amable, la más bella de todas las madres, Madre de Misericordia, Madre de Jesús, y Nuestra Madre, somos tus hijos y ponemos nuestra confianza en tí. Enseñanos a ver a Dios en todas las cosas y situaciones, aún en nuestros sufrimientos. Ayúdanos a entender la importancia del sufrimiento, y también para saber el propósito de nuestro sufrimiento como Dios lo destinó.

Tú misma fuiste concebida sin pecado y nunca pecaste. Pero, tú sufriste más que nadie. Aceptaste el sufrimiento y el dolor con amor y valentía. Estuviste con tu Hijo desde que lo arrestaron hasta que murió. Sufriste con él cada dolor. Hiciste la Voluntad de Dios Padre; y según su Voluntad, te convertiste en nuestra Madre. Te rogamos, querida Madre, que nos enseñes a ser como Jesús. Enséñanos a aceptar nuestra cruz valientemente. Confiamos en tí Madre Misericordiosa, enséñanos a sacrificar para todos los pecadores del mundo. Ayúdanos a seguir los pasos de tu Hijo, hasta para dar nuestra vida para los demás.

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"Padre Nuestro"

"Ave María"

"Madre de Misericordia, siempre recuérdanos de los Dolores de tu Hijo, Jesucristo."


Oraciones Finales


"Oración Final:"
Reina de los Mártires, tu Corazón sufrió mucho. Te ruego que, por los méritos de las lágrimas que lloraste, obtengas para mí y todos los pecadores la gracia del arrepentimiento final y sincero. Amen.

"María concebida sin pecado original y que sufriste por nosotros, ruega por nosotros."

"Señal de la Cruz:"
En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen.




Las Letanías de Nuestra Madre Dolorosa

Estas letanías fueron escritas por el Papa Pío VII (1740-1823) mientras detenido en las guerras Napoleones.



V. Señor, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, ten piedad de nosotros.
V. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, escúchanos.
R. Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.

V. Ruega por nosotros, triste Virgen
R. Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.


Oremos,


Oh Dios, en cuya Pasión fue traspasada de dolor el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María, según la profecía de Simeón; concédenos, que cuantos veneramos sus siete dolores y hacemos memoria de ellos, consigamos el efecto feliz de tu sagrada Pasión. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.



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